Orfeo era un príncipe hijo del rey de Tracia, Eagro, y de la musa Calíope que se dedicaba especialmente a la música e inspiraba los temas y los ritmos a los artistas. La vida de Orfeo transcurría dedicada a su instrumento preferido, la lira, que había perfeccionado añadiéndole dos cuerdas para obtener mejores sonidos. Había estudiado los números mágicos babilonios y con su música era capaz de amansar a las fieras, dominar las tormentas y ablandar las rocas para conseguir trasladarlas sin esfuerzo.
Se casó con Eurídice, una ninfa que habitaba en los bosques cercanos a su ciudad. El destino quiso que Eurídice muriera a causa de la picadura de una serpiente. Orfeo, desconsolado, decidió bajar a los Infiernos para recuperarla, confiando para ello en el poder de su música. Consiguió su propósito y le devolvieron a su mujer. Pero no soportó la condición impuesta por los dioses del inframundo, Hades y Perséfone: no debía volver la mirada para ver a su mujer hasta que no estuviera fuera de los infiernos.
Cuando ya estaba viendo la luz de la claridad terrenal, Orfeo se volvió para asegurarse de que su mujer lo seguía y en ese mismo instante ella se desvaneció como una sombra. Orfeo intentó de nuevo recuperarla, pero ya todo fue inútil. Durante el resto de su vida, Orfeo se dedicó a la música y a los cultos secretos que buscaban la felicidad en otra vida.
Muchos han sido los compositores musicales que se han inspirado en la historia de Orfeo. De ellos destacamos a
Claudio Monteverdi y a
Christoph Willibald Ritter von Gluck. Del primero podéis oir un fragmento en el que Eurídice desconsolada se lamenta de no volver a ver la luz ni poder estar ya más con su esposo.